martes, 6 de mayo de 2008




"La aparición de los platos en la mesa siempre supone, para quien no los ha preparado, algo mágico. Al fin y al cabo, existe una larga tradición de utilización esotérica de comidas y bebidas para producir unos efectos determinados a través del conocimiento de los poderes de las hierbas y de sus energías. Ruth sabía cocinar y había cocinado para Beau durante cuatro largos años. Antes de eso, Estrella había cocinado para ella. Pero cuando vivió sola se enfrentó a una situación completamente nueva: no tenía nadie para quien hacer la magia ni nadie que se la hiciera, es decir, no era ni madre ni hija. Estaba allí, personaje único, para tumbarse en ambos escenarios, el laboratorio de alquimia y la mesa de mantel y agasajo. Al final, desistió de intervenir en ambos y empezó a practicar el ascetismo, porque no se atrevía a ir a un restaurante sola, se sentía desprotegida y triste, y le daba la impresión de que todo el mundo la miraba y pensaba <>. Luego, estaba lo de lo poco sensato que parecía, a priori cocinar para una sola persona, porque se diría que tanta inversión de tiempo no venía a cuento si después una iba a ventilar la faena en escasos minutos, por no hablar del probelema de las cantidades: se diría que nada estaba pensado para una sola persona, y al final la leche se le agriaba antes de que se hubiera bebido ni la mitad del tatrabrik. Y el problema de las verduras...Como no podía ir al mercado a diario, compraba kilos y kilos de vegetales el sábado por la mañana que indefectiblebemente se pudrían durante la semana sin que Ruth los hubiese tocado. Cuando llegaba de la academia, lo último que le apetecía a Ruth era ponerse a lavar, limpiar y pelar aquel kilo de judías hostil que le reprochaba su pereza desde un estante de la nevera semivacía. Y justo cuando Ruth rondaba peligrosamente los cincuenta kilos y la carita ahilada ya se perdía en aquel sol de pelos, llegó Pedro a su casa a ejercer unas funciones de madre nutricia y a devolverle a Ruth el apetito de avestruz, y con él la salud, las carnes perdidas, la confianza en el género humano y la alegría de vivir".



"DE TODO LO VISIBLE Y LO INVISIBLE" ( Espasa Calpe, S. A, 2002)
Lucía Etxebarría.

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